El peruano Jose Carreon trabajó en Apple entre 1993 y
1997. Fue uno de los 12 evangelistas encargados de difundir alrededor del mundo
la nueva tecnología que lanzaba la compañía cada semestre. Fue testigo del
regreso de Steve Jobs a Apple en 1996 y trabajó bajo su tutela hasta finales de
1997, luego de algunas experiencias poco gratas con el Consejero de Apple. Esta
es la historia de un arequipeño que vio de cerca y trabajó junto al hombre que
renovó la forma de vida de la sociedad de hoy. Esta es la historia de
Jose Carreon junto a Steve Jobs.
Un viernes de 1996, Steve Jobs entró a la oficina del
arequipeño José Carreon vestido con un polo y un short. Iba descalzo y
despeinado. Carreon por aquel año era uno de los 12 evangelistas de Apple que
viajaba a diferentes países del mundo para convencer y persuadir a las empresas
de Estados Unidos, Europa y Asia de que la nueva arquitectura de comunicaciones
y redes de Apple era la ideal para sus sistemas. En aquellos meses, uno de los
objetivos principales de Carreon era convencer a 500 empresas del mundo para
que se unieran a esta nueva arquitectura que se estaba implementando con el
nuevo Mac OS 8. «Eso requería que una compañía que tenía una aplicación o
varias aplicaciones», cuenta Carreon, «debía rehacer cierta porción de su
arquitectura de comunicaciones para poder trabajar con estos nuevos métodos y
marcos de redes». Carreon viajó y visitó cientos de compañías alrededor del
mundo, logró convencer y firmar contratos con 600 empresas, 16% más de las que
se le había pedido en esta primera etapa. Y estaba orgulloso. «Cuando fuimos a
darle el reporte a Steve», me dijo, «pensé que iba a ser una de las personas a
quienes iban a felicitar». La reunión terminó como un simple reporte del día,
pero horas más tarde Jobs entró a la oficina de Carreon para pedirle un favor
relacionado a su lista de compañías.
-Steve, no sé de qué se trata, he traído a más de 100
empresas de las que se esperaba.
-No, no, eso está bien -cuenta Carreon que Jobs le respondió-, pero te has quedado con 2, tuviste que haberlas incluido.
Antes de entrar a Apple, en 1993, José Carreon había
trabajado ocho años para la compañía Digital Equipment Corporation, pionera en
la fabricación de minicomputadoras y que sería adquirida por Compaq en 1998 y
posteriormente por Hewlett-Packard en 2002. Después de entrar a la Universidad
de California como consultor, y estar a cargo de varios proyectos de redes y de
fibra óptica, recibió en 1993 una llamada para proponerle manejar las alianzas
estratégicas de Apple. «Fue una oferta que no pude dejar pasar», dice. Existía
en aquel año una empresa encargada de reunir a todos los proveedores de
tecnología para coordinar cómo brindar soporte a sus clientes más importantes
alrededor del mundo. «Si tenías una máquina Mac que estaba corriendo por encima
de una red IBM usando una impresora HP, y tenías problemas ¿a quién llamabas?»,
comenta Carreon. «¿A cuál de las tres empresas llamabas?». El objetivo principal
de aquella compañía era encargarse del problema y coordinar con las 3 empresas
para revisar y analizar de qué proveedor venía el error. Carreon estuvo un año
representando a Apple en estas coordinaciones hasta que fue trasladado al
centro de desarrollo de Cupertino y se convirtió en uno de los doce
evangelistas responsables de dar a conocer las novedades y los beneficios del
Mac OS 8 alrededor del mundo. «Era la época en la que Apple estaba cambiando la
arquitectura de su hardware, y fui responsable también de todo lo relacionado a
redes y comunicaciones e Internet».
Carreon considera que fue a raíz de su viaje a Los
Ángeles donde comenzó su carrera. Él había estudiado en el colegio San José de
Arequipa hasta el 5to de secundaria. La experiencia de su hermano en Suecia,
quien había realizado estudios superiores de Ingenería mecánica, convenció a su
familia para que emprendiera también un viaje a Europa. Fue allí que Carreon
estudió Ciencias de la Computación en el Instituto Tecnológico Chalmers de Gotemburgo
y que un imprevisto viaje a Los Ángeles por razones familiares cambiaría el
destino de su vida. «Mi experiencia en Apple fue increíble, uno de los mejores
trabajos que tuve, no solo por la dinámica de la compañía, sino también por la
gente con la que trabajé. Un ambiente motivador, pero también duro. Como
evangelista mi responsabilidad principal fue llevar la nueva tecnología
alrededor del mundo. Hablo 5 idiomas. Creo que también por eso fui parte de
este grupo, predicando la tecnología y la religión de Apple».
Cuando volvía a Perú de vacaciones, recuerda, debía
sortear una serie de preguntas sobre los aparatos tecnológicos que ingresaba al
país. «Me preguntaban siempre qué eran esos aparatos, dónde los iba a usar, con
quién». Una vez un periodista de Arequipa pensó que la notebook era un libro;
en otra ocasión, cuando encendió la cámara web de una Powerbook y un periodista
se vio reflejado en la pantalla de la computadora, le preguntó si estaban en
televisión en vivo. Carreon afrontó su etapa de evangelista no solo viajando
por múltiples países sino también vistiéndose y viviendo como un obsesivo con
la marca. «Era mi segunda familia, tenía el pelo largo y me vestía con todo lo
relacionado a Apple». Pero durante el periodo en el que Carreon ingresó a la
compañía, esta arrastraba un difícil periodo de complicaciones económicas y
tecnológicas. También de imagen. Jobs había sido expulsado de la empresa que él
mismo había fundado. Cuando Jobs retornó, hubo mucha algabaría dentro de la
mayoría de áreas. Incluso él mismo se sintió feliz por su regreso. La compañía
enfrentaba múltiples desafíos y muchos creían que con el regreso de su ex líder
podrían salir a flote. Pero pese al entusiasmo inicial, Carreon solo
permanecería dos años bajo el liderazgo de Steve. «Definitivamente hubiese
continuado y sobrevivido en la compañía, ser un apóstol más, estaba contento
con eso, pero sinceramente a fines del 97 pensé que mi carrera profesional y
todo lo que había hecho antes de venir a Apple se estaba limitando a una sola
plataforma». Él mismo reconoce que al abandonar la compañía se perdió la mejor
era de Apple. Se perdió el iPod, el iPhone, el iPad. «Es más, cuando yo me fui
la acción de Apple estaba a $35, hoy está a $ 220, otro motivo quizá por el
cual me debí haber quedado».
***
¿Pero por qué se fue? Cuando le pregunto si sintió en
algún momento que había recelo de Jobs por ser un evangelista de la anterior
dirección -la misma que expulsó a Jobs de su propia compañía-, Carreon ladea la
cabeza y me dice al principio que no. Pero luego piensa unos instantes y señala
que quizá. Hay dos anécdotas que reflejan tal vez esos difíciles momentos
durante sus últimos años en Apple. Una fue cuando Jobs le avisó que tenía un
equipo muy grande de evangelistas (contaba en ese momento con 6 bajo su cargo)
y que debía quedarse solo con tres de ellos. De alguna manera, le estaban
disminuyendo el liderazgo de su área. «Éramos un equipo muy unido, eran muy
buenos y me habían sacado a mí de infinidad de problemas», comenta. «Pero Steve
llegó un viernes y me dijo: Jose, tienes un equipo muy grande, el lunes debes
entregarme una lista con tres con los que te quieres quedar». Carreon recuerda
la dura y difícil situación de ese fin de semana. Entregó la lista, pero salió
de viaje el lunes y martes a New York, así que cuando retornó el miércoles, y
preguntó sobre el tema, le dieron para su sorpresa otra lista. No estaban los
que él había escogido. «Me pidieron que despida a mi mejor amigo cuando su
señora estaba embarazada, y lo tuve que hacer», recuerda. «Cuando llegó el
viernes negro, el día en que se despedía a la gente, tuve que venir vestido de
cierta manera, incluso te daban un guión de qué era lo que tenías que decir y
alguien de recursos humanos te acompañaba durante ese momento».
Ese fue una experiencia dura que marcaría ya el fin de
sus días en Apple. La escena decisiva en la compañía ocurrió cuando Jobs le
pidió que analizara las vulnerabilidades de la Mac. Llegó Steve (por tecera
vez, un viernes) y le dijo: «Sé que tienes cierto interés por seguridad, ya me
lo han dicho, quiero que hagas un análisis para saber cuán vulnerable somos».
Según Carreon, por aquel entonces Mac tenía algunos elementos de protección
pero carecía en realidad de una arquitectura de seguridad completa. «Cuando la
prendías, por ejemplo, no había ni user ni password, entrabas directamente al
sistema». Carreon cuenta que invitó a un grupo de hackers de Standford y
Berkeley porque no quería que nadie de Apple estuviese envuelto en el análisis.
«Hicimos un software kitching con hackers, destruimos la mac en dos días, hice
un reporte de 14 páginas, me quedé despierto como dos noches sin parar, le daba
vueltas y vueltas, porque sabía que ese reporte iba directamente a Steve». Esos
días serían especiales porque allí Carreon se daría cuenta de cuál era el
camino que él debía seguir en el futuro. Un día antes de la fecha de entrega,
Carreon entró a la oficina de Jobs. Él le preguntó que tenía y cuando Carreon
comenzó a darle el reporte, Jobs lo detuvo y le dijo: «Está bien lo que has
hecho, pero ese análisis ya no me importa porque todo va a cambiar». Esa noche
Carreon decidió abandonar Apple. No se sentía contento con lo que había
ocurrido y decidió comenzar a profundizar en la especialidad de seguridad. La
valoración de su trabajo en Apple no estaba a la altura de lo que él esperaba.
A finales de 1997, en efecto, recibió la oportunidad de
ir a trabajar a una pequeña compañía de seguridad llamada Atala, un grupo de 45
personas con la que aprendió y compartió hasta el año 2000. «Tenía que expandir
mis horizontes», confiesa, «y en Atala establecimos toda la seguridad por
detrás de las redes de cajeros electrónicos, puntos de venta y transferencia de
moneda electrónica. Ahora son una pequeña división de HP». Su etapa en Atala le
ayudó a olvidar sus años en Apple porque entró en un nuevo campo que se
convirtió a su vez en un desafío profesional. Quince años después, Carreon
ahora se ha convertido en un especialista en el área de seguridad. Después de
los tres años en Atala fundó una propia compañía llamada I-S-Cubed, que
desarrolló sisemas para manejar llaves criptográficas en cajeros automáticos.
«Varios bancos, por ejemplo, tienen que reponer dinero en sus miles de cajeros,
y para eso tienen que activar y desactivar el cajero para que pueda entrar en
la red otra vez», comenta. «Lo que ocurre es lo siguiente: las personas a cargo
lo sacan de línea, ponen el dinero y luego lo ponen en línea otra vez, pero ese
proceso requiere la participación del factor humano. Nosotros escribimos una aplicación
que sacaba el factor humano encargado de la activación y desactivación del
cajero en la red». Carreon estuvo a cargo de la compañía por cinco años, entre
el 2000 y 2005, y luego vendió la aplicación a un consorcio canadiense.
Él ahora se muestra optimista con la posibilidad de
trabajar en el Perú. Aún tiene compromisos laborales en California, pero cree
que puede ayudar a mejorar al país en el campo de la seguridad informática.
Cuando habla sobre Jobs, siempre lo recuerda como un mentor a pesar de que
nunca obtuvo de él un gesto positivo por su trabajo. «Él era así con todos»,
dice en todo caso, «trataba así a todos por igual, te hacía sentir arriba en un
momento y en otro te bajaba». En una fiesta por el cumpleaños de Jobs, Carreon
le regaló un platito peruano. Recuerda que luego se enteró que Jobs dejó en el
hotel todos los regalos que le habían obsequiado. «La última vez que lo vi fue
hace como dos años, antes de su muerte. Mi familia llegó de Europa a visitarnos
y mi sobrinito me pidió que lo llevara a enseñarle el lugar donde había
trabajado. Y fuimos a Apple. Y de casualidad, estando parados al frente del
edificio, llegó Steve. Lo saludé, me miró, le pregunté cómo estaba y me dijo
que bien. Entonces le pregunté si podía tomarse fotos conmigo y mi familia y él
solo respondió: No más fotos».
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