La columna| Algo cotidiano

La Columna | Kenny Yucra Lopez


Una mujer es distinta, demasiada distinta al instinto masculino, una diferencia clara, concisa y fronterizos hasta un punto exacto y es notable cuando lo examinas desde todos los ángulos. Pasaba por una calle sofocada, congestión vehicular, armonía desamortiguada y chancada, tonos desafinados y brutos ruidos de las bocinas empalagosas, carros, motos, etcétera y con la fuerte pitada montada en una motocicleta la policía mujer detiene a un vehículo y le invita al conductor que es un tipo medio obeso, trigueño y pelo lacio; hacia la derecha, Ella se acerca—yo estoy observándolo todo desde más allá—el chofer muy mañoso, vivaz, vacan le intenta sobornar, quiere hacerle una propina a la mujer policía, que creen, ¿ella recibe la coima?, ella se siente burlada, lo noto en sus ojos, ella quiere vomitar en ese momento, si pudiera dispararle le dispara, porque ella se siente prostituta que es fácil de comprar y si le dice a viva voz, delante de sus inocentes pasajeros: ¿Crees que soy puta para poderme comprar?, el tipo sudoroso, camisa manchada se ha vuelto trigueño y rojizo, de hecho es la vergüenza más grande, los transeúntes—yo también—se alarman y se detienen para ver qué pasa, porque la curiosidad es contagiosa. Ella toma su radio y llama patrulleros, él no se queda atrás, no podría hacerlo, no tienes los documentos necesarios y trata de calmarla y busca manera para que pueda entenderlo, todavía cree que puede sobornarla o poco más le dice: Señorita discúlpeme, trabajo, tengo tres hijos y necesito solventar gastos, pero, pero a mí no me consta, ni a mí, ni a la mujer policía. Estaba vacan, vivas y popular, poco vulgar y ahora se quiere arrodillar. Llega los patrulleros y la gente está amontonada, algunos transeúntes recién llegan hacia la muchedumbre y preguntan qué pasó que pasó—típico—, y otros les responden, no sé, creo que hubo un atropello y así se esparce el teléfono malogrado, pero eso a mí no me interesa, lo que me interesa es: ahora que pasara, pues ya saben el final, llega el patrullero, baja otro policía con uniforme y gafas negras, hace bajar a los pasajeros del carro reprensible y le dice al conductor: sígueme hasta la comisaria; Pero señor no hice nada malo, se defiende el chofer angustiado, nervioso, por Dios el ya no sabe qué hacer, sabe lo que le espera y el policía le dice eso explícalo y demuéstrelo a mi mayor. Si estuviéramos en Norteamérica, la muchedumbre debió aplaudir la valentía de la mujer policía que se hizo respetar, pero estamos en Perú causita y empiezan a rajar todo el mundo, hay que mala esa policía, está bien carajo, seguro es un ratero, hay mujeres mujeres carajo-yo tambien estoy diciendo eso entre mí- y otros rumoreos extremos, exagerados: Hubo accidente pero creo que ya no hay nada, ya se llevaron al cadáver, quedo herido, Hay Dios, Hay Dios mejor vamos a tomar una gaseosa este calor me está abrigando mucho y estamos en verano.

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